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La otra cara de la navidad

  • Lorea Reyes
  • 14 dic 2016
  • 4 Min. de lectura

Salir a pasear con los perros en época navideña se convierte en un quebradero de cabeza debido al lanzamiento de petardos

Zuri, una golden retriever, posa delante del árbol de navidad. Foto: Lorea Reyes

La navidad siempre es bien recibida. Época de reuniones familiares, ilusión de los más pequeños por abrir regalos y de los no tan jóvenes por la lotería, plantar un árbol lleno de luces en casa y abrigarse para salir a comer castañas asadas.

Pero la navidad también tiene su lado oscuro: Los petardos. Mientras unos disfrutan lanzando estos artefactos y escuchando cómo retumban, para otros no es, precisamente, plato de buen gusto.

Los perros, al igual que las personas con miedo a los ruidos estridentes, no disfrutan de la época navideña. Lo que para los humanos puede ser un ruido molesto, para los perros es un martirio y salir a la calle se convierte en un suplicio navideño para ellos y para sus acompañantes.

Debido a su alta frecuencia auditiva, “los perros pueden oír ruidos que nosotros no oímos”, explica Ricardo Antón, adiestrador de perros. El problema de los petardos, cuenta Antón, es que son impredecibles: “Eso les provoca malestar y de ahí, el miedo”.

Según un estudio de la Facultad de veterinaria de la Universidad de Oslo (Noruega), el miedo a los ruidos estridentes -cohetes, disparos y truenos- está ligado a la edad: un perro adulto tiene más miedo que un cachorro. También concluye que un macho castrado es más propenso a sobresaltarse que uno intacto y que las hembras tienen mayores posibilidades de padecer miedo que los machos.

Es el caso de Brus, perro mestizo de 7 años. “Cuando escucha un petardo sale corriendo hacia casa automáticamente y cruza la carretera o lo que haga falta por llegar cuanto antes - cuenta Haizea Álvarez, dueña de Brus- es imposible pararle. Por mucho que corramos detrás de él y le llamemos, no para”. Este comportamiento le ha supuesto algún que otro susto. “Una vez cruzó la carretera cuando pasaba un coche, que gracias a que frenó en seco, porque si no le atropella”, recuerda.

Perla, una perra mestiza de 6 años, también tiene miedo cuando oye petardos. “Mete el rabo entre las patas y me mira con cara de ‘socorro’”, describe Sarai Perera, su dueña. Siendo cachorra se escapó por el ruido, y al igual que Brus, casi le atropella un vehículo.

A pesar de ser una amante de los animales, Sarai lanza este tipo de explosivos en las noches de Nochevieja. “Tiro petardos nada más dar las campanadas, por lo que no hay perros en la calle que se puedan escapar”, afirma. Sarai ve compatible tirar petardos con el miedo de su perra:“Me gustan los petardos y los perros, no voy a dejar de hacer uno por el otro”. Aunque sí critica que se tiren desde un mes de antes de Navidad.

Los lanzadores de petardos, por su parte, se ven respaldados por el Ayuntamiento de Bilbao. Si bien el consistorio pide “tomar conciencia del grave peligro para la seguridad” de uno mismo, además de “evitar el lanzamiento de cohetes y petardos durante navidad”, su uso no está prohibido, por lo que la ciudadanía puede lanzar este tipo de explosivos.

Por ahora, para reducir el sufrimiento de los animales, Antón recomienda seguir estos pasos: “Hay que atenuar el sonido, bien bajando las persianas o cerrando las ventanas. El perro debe estar en una zona de la casa mucho más resguardada y sin acceso a ventanas exteriores”. Juegos en los que se desarrolle el olfato y la concentración también son clave para reducir su miedo.

En la calle, por otro lado, “hay que tener mucho cuidado con la hora en la que salimos a pasear y tener en cuenta cuándo es más probable que haya petardos y, si es posible, sacarles fuera de la ciudad”, indica.

Lo más importante es que vayan atados en esta época del año para evitar que huyan.

Para tratar el miedo a largo plazo, se pueden comprar CD’s de ruidos de petardos y de tormentas, “ponerlo bajito en un principio en otra estancia distinta de la que se encuentre el perro mientras que él hace algún tipo de juego y poco a poco ir subiendo el volumen e ir acercando el ruido al perro”, señala Antón.

Sin embargo, estos juegos nunca tienen que llegar a provocar miedo al perro, sino conseguir que se familiarice con el sonido.

Allí abajo

En octubre, el Ayuntamiento de Málaga puso en marcha la ordenanza de animales, en la que se regulan las actividades molestas para los perros, como son los lanzamientos de petardos.

“Es una buena idea, puesto que no solamente molesta a los perros, a los seres humanos también”, opina Haizea. Cree que las personas que lanzan petardos deberían salir de la ciudad para hacerlo, porque dentro “es importante mantener un cierto orden por el bien de todos, no solo de los animales”.

Asimismo, la norma contempla la alimentación a colonias de animales callejeros, prohíbe los circos con animales e incluso se baraja la opción de permitir el acceso de mascotas al transporte público o comercios. “Todo lo que sea avanzar en cuanto a legislación animal me parece una idea estupenda”, concluye Haizea.

 

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